domenica 15 maggio 2011

Palabras que se mueren de frío.

Una noche envié a tu casa una caja de zapatos llena de fotos de mi infancia.

¿Qué hiciste con ella?

No sé que decir: cuántas cosas no sé.

Me quedé vacía de palabras ante la lúcida seguridad de tu Nada
las palabras se me escaparon todas de golpe
como pájaros asustados tras un disparo
Las tenía claras en mi cabeza (creo recordar)
pero se huyeron y no fui capaz de acorralarlas
(lo intenté con una rejilla de atrapar mariposas, pero fue inútil)

Así que sigo aquí, pero ya no sé qué hago.

Asistí al nacimiento y a la muerte de tu deseo
tan de prisa que aún me pregunto si no lo habré imaginado
Fue una ceremonia única: nacimiento y muerte a la vez.
Quizás lo viví solamente en uno de mis viajes al mundo paralelo, aquellos que a veces te contaba,
porque me hacía gracia que te rieras un poco de mi
de mi ingenuidad, tal vez: porque tú no crees en nada.

Yo no sé en qué creer: cuántas cosas no sé.

Pero sí sé de mi mano hundida en tu pelo
Y tú hundido en mi
mi mano agarrada a tu pelo, resistiéndose
para no caer del todo al abismo.

Sí sé del tiempo que se suspendía
del tiempo que dejaba de existir fuera de nuestros cuerpos enredados,
como aquel día.

Sí sé de nuestros olores mezclados
mientras respirábamos más hondo
del peso de tu carne, de tus huesos, de tu aliento, de tus ganas
encima de las mías,

balanceándose.

...

Yo celebro
tus labios que acarician,
exploran, consuelan,
hieren

la desnuda Inteligencia que te posee

todas las cosas que sabes y yo no sé.

Pero sobre todo celebro lo que no entiendo
el rincón sombrío
el silencio de tus pensamientos
las razones que se esconden a mis ojos
el cofre cerrado que guarda la clave para descifrarte
la habitación donde no puedo entrar.

Celebro tus inquietudes
el sofisticado mecanismo de tu mente
la obsesión por no dejarte en paz
la búsqueda de una perfección inhumana.

Yo soy humana e imperfecta
perdí las palabras y no sé nada
no tengo llaves para abrir tu puerta

Y tanto frío
me está paralizando.

1 commento:

Rafa Badia ha detto...

Muy hermoso, Paola!
Tan personal y, a la vez, tan universal...Todos lo hemos vivido. O casi todos. Ai, pobrecillo/s de ello/as que no se han quemado los dedos, embelesados por el resplandor de la cerillas que ardían en sus manos!.
Un placer descubrirte.

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