No sé que pasa, no sé cual es la razón por la cual en cada lugar acabo por hacerme amiga de los artesanos.
Será que estoy fascinada por la capacidad -ya casi perdida por el ser humano moderno- de crear cada tipo de objetos con las propias manos, será que quedan rastros en mi de alguna vida anterior de bohemia. Será que ellos como yo preferimos a los boliches fashion de Palermo Hollywood, una cerveza en Plaza Dorrego, San Telmo.
Me gusta estar con ellos: me hacen sentir segura, ya que conocen a todos los chorros de la zona, con los cuales tienen una relación de mutuo respeto, o más bien un vive y deja vivir sutilmente rodeado por un callado -y también mutuo- desprecio.
Quizás yo tuve suerte, pero a pesar del estereotipo y de los prejuicios que los acompañan, los artesanos que conocí donde sea durante mi viaje son personas nobles, respetuosas y sobretodo libres.
Cada uno tiene su historia, su camino, sus recuerdos. Todos están curtidos de una manera o de otra por la vida que han vivido en primera persona desde muy chicos.
El Buho es de Lima, tiene 24 añitos, una compañera argentina y un hijo de un año y dos meses.
No sé como se llama, tiene un nombre Quechua: se lo pregunté varias veces y nunca conseguí pillarlo. El sonido que pude grabar en mi cabeza corresponde más o menos a "elbú-oh": para mi es y será para siempre el Buho.
No es especialmente guapo, pero está bendito por el divino don del encanto: rasgos bien indios, ojos líquidos de petróleo y un sentido del humor excepcional.
Habla en una mezcla rara de peruano y chileno, condimentada con varias expresiones argentinas, resultado de años pasados viajando y trabajando por tierras sudamericanas.
Entre una cerveza y la otra, el Buho me cuenta un poco en broma y mucho más en serio que está buscando "el amor de su visa": una mujer europea que (gracias a su amor) le permita pasar sin problemas legales las fronteras del viejo mundo.
Y luego añade, esto sí totalmente en serio: solo me gustaría conocer a Europa, viajar un tiempo y volver acá. Es que para vivir no hay lugar mejor para mi que mi tierra: Latinoamérica.
2 commenti:
te lo raccontava e basta o ti proponeva di essere la sua "mujer europea"??
ahah, no no, me lo raccontava solo! e con una dose di ironia che metá basta...
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