lunedì 26 gennaio 2009

Barcelona, Brasil.

A veces me tumbo en la playa, abro los brazos, intento que cada mílimetro de mi piel entre en contacto con la tierra.
Entonces cierro los ojos y me concentro, y dejo que mis energías fluyan para abajo, que entren en profundidad en la arena, que sigan bajando más y más, que atraviésen las capas terrestres hasta llegar al Nucleo, y que luego vuelvan a subir hasta salir al otro lado del mundo.

Y es ahí cuando la siento: Barcelona.
Es ahí cuando con los ojos cerrados, la siento latir, respirar, vivir. Y mi latido va a su ritmo, y mi respiración también.
La veo. La reconozco. Estoy dentro de ella.

Y cuando vuelvo a abrir los ojos y a mi alrededor tengo una maravillosa playa subtropical, nadie lo va a creer, pero siento nostalgia de casa.

...

Y después de casi un mes y medio en Brasil, mi relación con los brasileños aún no está resuelta.
He conocido a muy buena gente - especialmente los del sur, los Gaúchos de la zona de Porto Alegre, y los de Santa Catarina - pero en general no me llevo bien con ellos.
Para las mujeres sigue valiendo lo que escribí hace un tiempo. Gatísimas con todo hombre, consideran a otra mujer como un peligro, o simplemente una pérdida de tiempo. Por otro lado, los hombres no tienen idea de como conquistar a una chica. Nada a que ver con el sutil juego de seducción de los argentinos (muchos, no todos) y de los uruguayos. Digamos que practican un acercamiento más "carnal": simplemente, van a saco.
Tan solo pedir una simple información es una lotería. No es recomendable confiar ni en los empleados de las oficinas de venta de pasajes de bus.
Muy a menudo la gente es gentil, abierta y amigable solo si hay un interés de por medio: dinero, o sexo. O las dos cosas a la vez.
Ha sido dificil, muchas veces, relacionarme con la gente. Hacerme entender. Y no es la barrera del idioma, al revés, mi portuñol mejora de día en día. Es más bien una barrera cultural, y eso me sorprende aún más. No me lo esperaba.
En muchísimas ocasiones he tenido que sacar toda la paciencia posible para no desnervarme -palabra que no sé si existe, mi español se está borrando por completo (pero suena bien, no la voy a corregir).

Y luego, de repente me encuentro con personajazos increíbles que me borran de un golpe todo el mal rollo.
Como Lila y Caio de Florianopolis, donde de verdad vale el juego de palabras "life's a beach".
Como Cristina de Ilha Grande, una verdadera madre para los viajeros (también con sus momentos de histería, como cada madre que se respete).
Como la gente de Paraty (y aquí cae una lagrimita).

Como Pedro, mi fabuloso guía en el Pantanal. Un señor barrigudo, medio indio, que habla no sé cuantos idiomas y nunca llevó un par de zapatos en la vida. Tiene las suelas de los piés como pneumáticos.
Lo sabe todo sobre la naturaleza. Todo. Habla con los monos. Y le contestan. Sí, le contestan.
Sabe que si un tal pájaro está gritando es porque en algún lugar hay la amenaza de un Boa Constrictor. Y sabe llevarte hasta él para que tú lo veas con tus ojos, moviéndose en el mato con total seguridad, haciéndose camino dentro de la selva con su machete.
No usa repelente, y los mosquitos no le pican. La última noche me dijo: Los mosquitos solo están en tu cabeza. Es un juego psicológico. Tú no piensas en ellos, y ellos no te pican. Ellos no existen.
Al día siguiente salimos a caminar por la mañana, y para seguir su ejemplo no puse repelente.
Me comieron viva. Él se mataba de la risa.

Mañana dejaré Brasil y entraré a Argentina. Voy a echar de menos el Açaí, la Skol y la comida arroz-feijao-farofa.
Tengo una mezcla de sentimientos raros, muchas ganas de irme, también ganas de volver, quizás en futuro.
Pero sobretodo la decepcionante sensación de no haber conseguido capturar la esencia de este País, de su Cultura, de su Gente.

Nessun commento:

Posta un commento